martes, 6 de diciembre de 2016

lunes, 5 de diciembre de 2016

¿Y el futuro de la medicina en Colombia? O a propósito del día del médico

El futuro de la medicina –y la salud- esta ligado al futuro de los médicos. Parecería como una perogrullada, pero asociamos más la buena medicina con los mejores hospitales, más que con un cuerpo médico entrenado, con tecnología y recursos; pero por encima de todo, motivado y formado dentro en principios de competencia, ética y sensibilidad social. La idoneidad  la damos por descontada, pero idoneidad con sobrecarga laboral no necesariamente significa calidad.
Si las escasas proyecciones existentes son correctas, en Colombia deben ejercer la profesión cerca de 82,000 médicos. Este número parece apenas suficiente según los estándares internacionales, ya que significa 1.7 médicos por cada 1,000 habitantes –el promedio de Latinoamérica es 2.0- . Esta proporción es inferior a la observada en los países desarrollados. Según el Banco Mundial, Francia cuenta con 3.4 médicos por 1,000 habitantes, Alemania 3.8, Italia 4.1, España 4.9. Se dirá que esos son países diferentes, pero Uruguay tiene más de 3.7. Si Colombia tiene más del 96% de su población asegurada, el número de médicos total que disponemos para ese nivel de cobertura es muy reducido y ello necesariamente debe estar afectando el acceso a los servicios de salud.
Pero, ¿cuántos médicos efectivamente ejercen la medicina en Colombia? No lo sabemos, muchos se han orientado hacia la salud pública, la administración de hospitales, la auditoria o la industria farmacéutica. Existen diversas actividades dentro del sistema de salud que los retiran del ejercicio clínico. Lo cierto es que en el campo colombiano y en las ciudades de menos de 50,000 habitantes, la atención en medicina general depende de los médicos en año rural, porque es casi imposible conseguir que los médicos generales tengan incentivos para salir de las ciudades grandes. El desempleo médico es el más bajo entre las diferentes profesiones de la salud y en el conjunto de todas las  profesiones.
En Colombia coexiste un problema adicional: tenemos muy pocos especialistas. Por más conteos que queramos hacer, estos no superan los 25,000. En los países desarrollados -pertenecientes a la OECD-, tres de cada cuatro médicos graduados son especialistas. Eso significa que deberíamos tener 61,000 especialistas en el país. Es evidente que ese déficit de especialistas también está afectando la capacidad de respuesta del sistema de salud y en últimas, la salud de la población. También es relevante cómo en muchas grandes ciudades y hospitales de diverso tipo, se ha venido dificultando conseguir especialistas. Ejemplos ilustrativos pero no exclusivos son las subespecialidades de la pediatría o la especialidades requeridas para el tratamiento del cáncer.
De hecho, en el país cada año están egresando 4,500 nuevos médicos y solamente hay cupos de residencias -o especialidades médicas para unos 1,300. ¡Hoy la posibilidad para un médico recién egresado de conseguir cupo para especializarse en Colombia es menor que en 1,970! De allí que no nos debe extrañar que cada año verdaderos contingentes de médicos se desplacen fuera del país a México, Argentina, Brasil, España. Muchos no regresan, haciendo de Colombia un exportador neto de capital humano médico. ¿Cuánto representa esa diaspora en costo a la sociedad?
Pero, hasta donde llega mi conocimiento, somos el único país del mundo donde le cobramos matricula a los médicos por especializarse. Transformamos el entrenamiento profesional de los médicos en programas formales de postgrado y hacemos que ellos (muchas veces sus familias o sus esposas o esposos), tengan que financiar un periodo educativo que en todos los países es cubierto por los hospitales donde hacen la residencia. Esta tremenda inequidad hace que el médico entre al mercado laboral después de los 30 años, muchas veces muy endeudado y con una pesada carga familiar. Es obvio que esta inequidad se manifieste en insatisfaccíón con su práctica profesional y en su propia valoración del sistema de salud.
Pero la inequidad en la educación médica no sólo está en la baja probabilidad de acceder a la especialización, también está en la forma que se ingresa. En Colombia, cada universidad define de manera unilateral el proceso de admisión a partir de la autonomía universitaria que les concede la Ley. Esto parecería adecuado, pero es el primer y mayor común denominador de injusticia que todo médico enfrenta en su vida profesional, ya que determina diferenciales muy altos en sus ingresos futuros, por ende en su desarrollo profesional y en el futuro de su familia. Como es autónomo el derecho de las universidades, no hay rendición social de cuentas y nunca el médico aspirante conoce a profundidad el proceso de selección, ni la sociedad tiene la garantía que los mejores fueron quienes tuvieron el acceso a la especialización. Cuando se trata de la vida humana, el derecho a un adecuado tratamiento se debería sobreponer a la autonomía de los formadores, en Colombia la mayor parte privados.
Por esa razón, muchos países han instaurado los exámenes nacionales o estatales para el ingreso a especialidades médicas. Bajo el MIR, en España cada médico aspirante a residencia conoce el puntaje que obtuvo y su probabilidad real de acceder a la especialidad para la cual ha aplicado. También el sistema y los pacientes tienen la certeza que los mejores tienen mayor opción. Las universidades y hospitales también son seleccionados generándose incentivos para la competencia por calidad en la formación de especialistas. En este momento en Colombia todo depende de la capacidad de pagar una matrícula muy onerosa y de un proceso que no es todo lo socialmente claro que debería ser.
Nos corresponde a los médicos gran parte de la responsabilidad para superar esas inequidades. Esto es particularmente sensible si se toma en cuenta que nuestra dirigencia gremial está principalmente conformada por especialistas. Aquí hay una responsabilidad con el país y la profesión que debe abordarse desde la más profunda ética hipocrática: “Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan,…”.
Es el momento del análisis objetivo y de tomar decisiones que superen los individualismos.   
Los ministerios de Salud y Educación, por primera vez después de muchos años de regulación unilateral,  han abierto la puerta al solicitar a la Academia Nacional de Medicina, la conformación de una Comisión para la Transformación de la Educación Médica que ha sido integrada por colegas del mayor prestigio y reconocimiento y quienes deberán formular las recomendaciones para esos propósitos. Es de esperar que sus recomendaciones aborden con valentía estos asuntos que determinaran el futuro de la medicina en Colombia. Y los médicos debemos estar allí para asegurar que si nuestros hijos quieren seguir nuestros pasos, tengan asegurado un proceso donde su reconocimiento social y profesional esté ligado a sus capacidades y no a la replicación de los vicios de esa vieja Colombia de privilegios, que no debería existir ya nunca más.