El futuro de la medicina –y la
salud- esta ligado al futuro de los médicos. Parecería como una perogrullada, pero asociamos más la buena medicina con los mejores hospitales, más que con un cuerpo médico entrenado, con tecnología y recursos; pero por encima de todo,
motivado y formado dentro en principios de competencia, ética y sensibilidad
social. La idoneidad la damos por descontada, pero idoneidad con sobrecarga laboral no necesariamente significa calidad.
Si las escasas proyecciones
existentes son correctas, en Colombia deben ejercer la profesión cerca de 82,000 médicos. Este
número parece apenas suficiente según los estándares internacionales, ya que
significa 1.7 médicos por cada 1,000 habitantes –el promedio de Latinoamérica
es 2.0- . Esta proporción es inferior a la observada en los países desarrollados. Según el
Banco Mundial, Francia cuenta con 3.4 médicos por 1,000 habitantes, Alemania
3.8, Italia 4.1, España 4.9. Se dirá que esos son países diferentes, pero
Uruguay tiene más de 3.7. Si Colombia tiene más del 96% de su población
asegurada, el número de médicos total que disponemos para ese nivel de cobertura es muy reducido y ello necesariamente debe estar afectando el acceso a los servicios de salud.
Pero, ¿cuántos médicos efectivamente ejercen la medicina en Colombia? No lo sabemos, muchos se han orientado hacia la salud pública, la administración de
hospitales, la auditoria o la industria farmacéutica. Existen diversas actividades dentro del sistema de salud que los retiran del ejercicio clínico. Lo
cierto es que en el campo colombiano y en las ciudades de menos de 50,000
habitantes, la atención en medicina general depende de los médicos en año rural,
porque es casi imposible conseguir que los médicos generales tengan incentivos
para salir de las ciudades grandes. El desempleo médico es el
más bajo entre las diferentes profesiones de la salud y en el conjunto de todas
las profesiones.
En Colombia coexiste un problema
adicional: tenemos muy pocos especialistas. Por más conteos que queramos hacer,
estos no superan los 25,000. En los países desarrollados -pertenecientes a la
OECD-, tres de cada cuatro médicos graduados son especialistas. Eso significa
que deberíamos tener 61,000 especialistas en el país. Es evidente que ese déficit
de especialistas también está afectando la capacidad de respuesta del sistema
de salud y en últimas, la salud de la población. También es relevante cómo en
muchas grandes ciudades y hospitales de diverso tipo, se ha venido dificultando conseguir especialistas. Ejemplos ilustrativos pero no exclusivos son las subespecialidades
de la pediatría o la especialidades requeridas para el tratamiento del cáncer.
De hecho, en el país cada año están
egresando 4,500 nuevos médicos y solamente hay cupos de residencias -o
especialidades médicas para unos 1,300. ¡Hoy la posibilidad para un médico recién
egresado de conseguir cupo para especializarse en Colombia es menor que en
1,970! De allí que no nos debe extrañar que cada año verdaderos contingentes de
médicos se desplacen fuera del país a México, Argentina, Brasil, España. Muchos
no regresan, haciendo de Colombia un exportador neto de capital humano médico. ¿Cuánto
representa esa diaspora en costo a la sociedad?
Pero, hasta donde llega mi
conocimiento, somos el único país del mundo donde le cobramos matricula a los
médicos por especializarse. Transformamos el entrenamiento profesional de los
médicos en programas formales de postgrado y hacemos que ellos (muchas veces
sus familias o sus esposas o esposos), tengan que financiar un periodo
educativo que en todos los países es cubierto por los hospitales donde hacen la
residencia. Esta tremenda inequidad hace que el médico entre al mercado laboral
después de los 30 años, muchas veces muy endeudado y con una pesada carga
familiar. Es obvio que esta inequidad se manifieste en insatisfaccíón con su práctica profesional
y en su propia valoración del sistema de salud.
Pero la inequidad en la educación
médica no sólo está en la baja probabilidad de acceder a la especialización, también
está en la forma que se ingresa. En Colombia, cada universidad define de manera
unilateral el proceso de admisión a partir de la autonomía universitaria que
les concede la Ley. Esto parecería adecuado, pero es el primer y mayor común denominador de
injusticia que todo médico enfrenta en su vida profesional, ya que determina diferenciales muy altos en sus ingresos futuros, por ende en su desarrollo profesional y en el futuro de su familia. Como es autónomo el derecho de las universidades,
no hay rendición social de cuentas y nunca el médico aspirante conoce a
profundidad el proceso de selección, ni la sociedad tiene la garantía que los mejores
fueron quienes tuvieron el acceso a la especialización. Cuando se
trata de la vida humana, el derecho a un adecuado tratamiento se debería sobreponer a la autonomía de los formadores, en Colombia la mayor parte
privados.
Por esa razón, muchos países han
instaurado los exámenes nacionales o estatales para el ingreso a especialidades
médicas. Bajo el MIR, en España cada médico aspirante a residencia conoce el
puntaje que obtuvo y su probabilidad real de acceder a la especialidad para la
cual ha aplicado. También el sistema y los pacientes tienen la certeza que los
mejores tienen mayor opción. Las universidades y hospitales también son seleccionados generándose incentivos para la competencia por calidad en la formación de especialistas. En este momento en Colombia todo depende de la capacidad
de pagar una matrícula muy onerosa y de un proceso que no es todo lo
socialmente claro que debería ser.
Nos corresponde a los médicos gran
parte de la responsabilidad para superar esas inequidades. Esto es particularmente
sensible si se toma en cuenta que nuestra dirigencia gremial está principalmente conformada por especialistas. Aquí hay una responsabilidad con
el país y la profesión que debe abordarse desde la más profunda ética
hipocrática: “Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de
enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan,…”.
Es el momento del análisis objetivo y de tomar decisiones que superen los individualismos.
Los ministerios de Salud y
Educación, por primera vez después de muchos años de regulación unilateral, han abierto la puerta al solicitar a la Academia Nacional de Medicina, la conformación de una Comisión para la Transformación de la Educación Médica que ha
sido integrada por colegas del mayor prestigio y reconocimiento y quienes
deberán formular las recomendaciones para esos propósitos. Es de esperar que
sus recomendaciones aborden con valentía estos asuntos que determinaran el
futuro de la medicina en Colombia. Y los médicos debemos estar allí para
asegurar que si nuestros hijos quieren seguir nuestros pasos, tengan asegurado
un proceso donde su reconocimiento social y profesional esté ligado a sus
capacidades y no a la replicación de los vicios de esa vieja Colombia de
privilegios, que no debería existir ya nunca más.Es el momento del análisis objetivo y de tomar decisiones que superen los individualismos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario